Publicado el 07th May 2025 / Publicado en: Rodilla
La articulación de la rodilla se conoce como articulación sinovial. Esta articulación conecta dos huesos que, juntos, forman una articulación móvil. En el extremo de los huesos, la superficie articular está revestida con un material de baja fricción conocido como cartílago articular. El cartílago se lubrica mediante una película de líquido denominada líquido sinovial. Este líquido se produce a partir de una membrana extremadamente delgada llamada sinovial. Se sostiene mediante una estructura fibrosa más resistente, la cápsula articular, que contiene la articulación.
Cualquier porción de la articulación es propensa a lesionarse. Una lesión común en la rodilla es la pérdida localizada de cartílago, conocida como defecto condral, que se combina con una lesión del hueso de soporte.
Un defecto condral también puede provocar un pequeño quiste en la parte superior del hueso, justo debajo del cartílago, como resultado de traumatismos repetidos en la rodilla. Suelen aparecer en la parte superior de la tibia.
La rodilla es una de las articulaciones más complejas y grandes del cuerpo. Une la tibia y el fémur. El hueso más pequeño que recorre la tibia se llama peroné, y la rótula son los otros huesos que conforman la articulación de la rodilla. Los tendones mantienen los huesos de la rodilla conectados con los músculos de la pierna, responsables del movimiento de la articulación. Los ligamentos mantienen unidos los huesos de la rodilla y le brindan estabilidad.
Los meniscos lateral y medial son dos piezas cartilaginosas en forma de C que sirven como amortiguadores entre la tibia y el fémur. Innumerables sacos llenos de líquido facilitan el movimiento de la rodilla.
Los defectos condrales casi siempre se diagnostican tras una resonancia magnética (RM). No se detectan mediante la exploración física, pero a veces la historia clínica puede indicar que un defecto condral es la causa del dolor. Sin embargo, en el 99 % de los casos, se necesita una RM para diagnosticar esta afección.
Una resonancia magnética que muestra un defecto condral con hematomas óseos.
Si continúa practicando deporte o soporta mucho peso sobre la articulación, es posible que no se recupere. Los defectos condrales pueden tardar mucho tiempo y suelen estar asociados con hematomas óseos, y dejar la rodilla en reposo puede proporcionar un alivio significativo a largo plazo. Pero debe tener paciencia.
Si se presenta una lesión de espesor parcial del cartílago y síntomas mecánicos como dolor intermitente y persistente, podría ser necesaria una artroscopia para alisar la superficie de la articulación y eliminar el cartílago suelto. También se puede perforar ligeramente el defecto, lo que permite llenar la zona con sangre y estimular la cicatrización (véase la microfractura a continuación).
En ciertos casos, la zona de cartílago dañada y el hueso subyacente permanecerán parcialmente unidos o pueden estar sueltos, pero intactos en la articulación. Dependiendo de la situación, es recomendable la fijación del fragmento al defecto. Este es un tratamiento poco frecuente.
Si se detecta un espesor completo de cartílago, el objetivo es restaurar el cartílago que recubre el hueso subyacente. El cartílago articular no recibe irrigación sanguínea, por lo que no tiene la capacidad de cicatrizar cuando se daña. Se realiza una microfractura junto con una cirugía mínimamente invasiva, en la que se realizan múltiples orificios pequeños en la base ósea del defecto que permiten que la sangre entre en la cavidad e inicie el proceso de curación. El tratamiento postoperatorio es fundamental para el éxito del procedimiento.
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